La calle Real y la Plaza Pública -actual Plaza de la Constitución- fueron durante siglos los lugares señalados para la celebración de corridas y otros eventos propios de la tauromaquia. Debido a diferentes motivos, en los últimos años del siglo XIX y durante la primera década del XX los astados fueron lidiados en el extrarradio de la población, en plazas de madera levantadas para la ocasión o bien para una corto periodo temporal, en el interior de cercones murados como el de don Antonio Gómez Plazuelo.
Las fórmulas empleadas para la realización de corridas eran básicamente tres: la iniciativa municipal, con motivo de la celebración de un acontecimiento importante o bien formando parte de los espectáculos festivos programados por el ayuntamiento; la decisión particular de una o varias personas con suficiente capacidad económica y espíritu empresarial, que elegían las fechas que consideraban más oportunas para el negocio; y, por último, la iniciativa de un grupo de personas, casi siempre jóvenes, que de forma corporativa se erigían en organizadores e impulsores de los espectáculos por pura afición taurina bajo la etiqueta de Sociedad Taurina. Esta tercera fórmula se hizo muy popular en los años crepusculares del siglo XIX y en las grandes ciudades y capitales las sociedades taurinas fueron establecidas imitando patrones gremiales, es decir, por sectores laborales o de profesiones; en poblaciones más pequeñas, como Pozoblanco, estas agrupaciones culturales de carácter taurino tuvieron necesariamente que abrir sus puertas a aficionados de todos los oficios.
La inicial Sociedad Taurina de Pozoblanco fue creada en 1892. Su primer objetivo fue construir una pequeña plaza de toros de madera con el fin de ofrecer espectáculos una vez llegado el buen tiempo. El 6 de junio de 1892 tuvo lugar la inauguración de festejos con una corrida de toretes que parece no dieron gusto a la concurrencia. El 24 de junio los responsables de la Sociedad, capitaneados por don Pedro Calero Hinojosa, recibieron autorización gubernativa para verificar en la tarde de ese día una corrida de novillos, dos de ellos de muerte. Y en septiembre, con motivo de la feria y fiestas de Nuestra Señora de las Mercedes, la Sociedad Taurina pozoalbense se constituyó nuevamente como empresa y organizó otros dos espectáculos taurinos.
A continuación transcribimos la crónica de la primera corrida de feria de 1892 firmada por el crítico taurino S. Méndez y aparecida en la prensa de la capital cordobesa:
Toros en Pozoblanco. Festividad de la Feria. EL CARTEL
Con objeto de solemnizar dicha festividad, la Empresa de esta localidad no ha omitido gasto alguno haciendo cuantos sacrificios y esfuerzos están a su alcance, para presentar a este inteligente público dos magníficas corridas de novillos en las tardes del 25 y 26 de Septiembre de 1892, contratando al efecto al notable diestro cordobés José Rodríguez, Bebe-chico, que tantos y tan merecidos aplausos recibe en cuentas plazas trabaja, y adquiriendo los toros de la acreditada ganadería de doña María Josefa Fernández, viuda de Barrionuevo (de Córdoba) y de don Bartolomé Ayllón (de Villanueva de Córdoba).
En cada una de las tardes citadas se lidiarán y estoquearán cuatro novillos, tres de la ganadería de doña María Josefa Fernández, viuda de Barrionuevo, de cuatro años y desecho de tienta y cerrado, y uno de tres años de la de don Bartolomé Ayllón, por la siguiente cuadrilla:
Espada.- José Rodríguez, Bebe-chico.- Sobresaliente de espada con obligación de matar el último novillo, Rafael Martínez, Cerrajillas.- Picadores.- Juan Moreno, Juanerito.- Manuel Habas, Zurito.- Ricardo Moreno, Onofre, todos de Córdoba.- Banderilleros.- Francisco González, Pataterillo, de Córdoba.- Luis Raura, de Málaga.- Rafael Martínez, Cerrajillas, de Córdoba.- Fernando Díaz, Mancheguito, de ídem.- Uno de estos dará la puntilla.
CRÓNICA
Que llueva, que sí, que no,
que caiga un chaparrón.
Pero al fin no llovió; palabra santa que llenaba de regocijo los arrugados corazones y de sonrisas de satisfacción los semblantes de estos verdaderos aficionados al arte nacional.
Y unos a pié y otros andando, a la plaza que fuimos y nuestros asientos que ocupamos, esperando impacientes la deseada aparición del pañuelo de don Julián Arroyo, presidente de aquella fiesta y cuyo lienzo vio la luz pública en medio de prolongados aplausos.
Y allá que te va don Salvador Marín, profesor de equitación, caballero en su yegua pinturera, a pedir la llave del chiquero o la del cuarto de los chicos, esto es lo que yo no he podido aclarar.
Pisó el ruedo el Bebe y su cuadrilla, hubo sus palmas y palmitos,
Y tremola en el palco el mocaor y héte aquí ya en la plaza a Volaor.
Así se llamaba el primero, que era colorao y con el número 17 de la contabilidad taurómaca de la señora viuda.Bonito él, vivo él y creciéndose en el primer tercio, dio su mijita de gusto con la gente de aúpa, tomando dos varas del Onofre a cambio del corcel, otra del Zurito por el mismo precio, y dos de Juanerito con sus correspondientes batacazos.
A los quites el Bebe, superior.
Cambia la decoración y deja Cerrajillas un buen par al cuarteo, medio el Malagueño del mismo patrón, otro medio Cerrajillas y uno superiorísimo el de Málaga en los mismos rubiales.
Y coge el aparejo el Bebe-chico, saluda muy cortés al presidente y despliega del toro en el hocico.
Tres naturales, dos de pecho, uno en redondo y uno de telón para marcar un pinchazo en hueso, que no resultó una magnífica estocada por quedársele el toro. Otro pase de pecho, cuatro naturales y otro pinchazo por la misma causa, y por fin una media baja que cortóle las alas al pobre Volaor. El puntillero a la primera de cambio.Jilguerito, del mismo pelo que el anterior, ojo perdiz y número 35, fue el segundo, que resultó más blando que su difunto antecesor, y tomó una vara muy buena de Onofre y seis consecutivas del Zurito que le valieron palmas. Otra vez el Onofre para perder el jaco y otro de Juanerito que sale de la suerte entregándole ingrato un penco más a la guadaña impía de la muerte.
Cogen los palos Pataterillo y el Manchego para dejar un par el primero, medio el segundo, otro desigual el Patatero y uno más que mejor el Mancheguito.Y en busca de los rubios del Jilguerito con paso firme y lento va el Bebe-chico.
Un muestrario de pases todos buenos, otro muestrario de pinchazos, un desarme y una media buena, desplumaron a Jilguerito para más no cantar en jaula de oro, y fue lo que dio fin del pobre toro.
Tres picos le llamaban al tercero, negro como la endrina pero chico también como una hormiga.
Tomó por compromiso cuatro puyazos sin consecuencias fatales, y pasó a manos de Cerrajilla y Mancheguito, dejando cada uno dos pares al cuarteo, arrancándose corto y saliendo bien.
Emplea el Bebe una buena brega, pues con la muleta lo sabe hacer el hombre, y de media a un tiempo y otra como pudo, se echó el animal, para que jugara un poquito el Bebe auténtico, que ya es hora que digamos que dirigió la lidia con tanto conocimiento como afición.
Cerró plaza Muñeco, un bonito novillo de la ganadería de D. Bartolomé Ayllón, pero que las pocas condiciones de aquel juguetillo lo hizo descortés con los tumbones, pues apenas dignóse saludarlos.
Pataterillo y Malagueño le adornaron el morrillo, dejándole buenos y pares y madera en abundancia.
Cogió Cerrajilla los trastes, dio las buenas tardes al presidente y más ligero que el mismísimo viento, se lió con dos de pecho, cuatro naturales y dos en redondo, para dar un pinchazo, un mete y saca, uno hasta la mano, baja, y muchísimos puntapiés, hasta que al fin rompió el pobre Muñeco.
Porque el Sr. Cerraja es muy nervioso y vivo y en lugar de llamarle Cerrajilla
mejor debieran de llamarlo ardilla.
RESÚMEN
El ganado, regular el primero y el segundo; los restantes bajaban de medianos.El Bebe-chico en quites superior, muy bueno con la muleta y desgraciado en la suerte de sus toros, aunque yo creo que alguna culpa tuvo él, que debió ceñirse más y tirarse más en corto al ver que los toros nada le ayudaban.
Los niños todos buenos y trabajando mucho.
De los jinetes Zurito.
La presidencia acertada.
La entrada dos tercios de plaza, y el tercio que faltaba no iría sin duda por falta… de paraguas.
Y yo me despido hasta mañana, no sin dar antes las gracias a la Sociedad Taurina que ha sabido proporcionarnos el gusto de ver en Pozoblanco al Bebe-chico, quizá a costa de… qué sé yo, pues digo como dicen en esta tierra.
- Es ganita.
José Luis González Peralbo
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