martes, 19 de marzo de 2013

UN PASEO POR LA CALLE EL TORO -1-

D. Rafael Alba Redondo publicó, hace ya algunos años, en la revista de feria, un articulo en el que describe prolijamente la calle ahora conocida como Mayor en sus inicios, cuando comenzaba a configurarse como el eje comercial de Pozoblanco





Aunque las denominaciones oficiales que ha ostentado hasta hoy han sido Callejón de las Cañas, Avenida de José Antonio y Calle Mayor, en lenguaje popular siempre la hemos conocido por el de la Calle El Toro.

Desde niño, su boca de entrada por la parte alta que desemboca en  la carretera fue la primera contemplación visual que tuve cada día al salir de casa, ya que estaba justo frente a mi hogar paterno.

En las décadas de los años cuarenta y cincuenta, que las viví íntegramente en Pozoblanco, era espacio común para todos los pozoalbenses y foráneos que a diario visitaban la ciudad y se dirigían hacia el centro, deteniéndose muchos de ellos  en sus almacenes, tiendas, talleres o bazares, en busca de los artículos que necesitaban.
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Cuando llegaba octubre cada año, una vez pasada la Feria, su espacio abierto y acogedor era convertido por los pozoalbenses en “Paseo de Invierno”, lugar de cita y expansión que se prolongaba en el tiempo hasta que con la llegada nuevamente del verano, la convivencia ciudadana se trasladaba al Paseo de la Estación.
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Sacar agua, era la expresión utilizada para definir aquel ir y venir, calle arriba, calle abajo, encontrándote las mismas caras y las mismas gentes tantas veces como volvías a cruzarte con ellas, circunstancia que se repetía una y otra vez a lo largo de la tarde y de la noche.
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Pero es que además de ejercer la función social de acogida siendo “sala de estar”  para todos los pozoalbenses, tuvo también siempre una gran incidencia industrial, comercial y artesanal como antes he comentado; más comercial la parte baja y más industrial y artesanal la mita unida a la carretera.

Una particularidad que puede dar idea de su actividad, es que eran escasísimas las viviendas en la planta baja de sus edificios, circunstancia que nos se daba, por lo general, en ninguna otra calle del Pozoblanco de aquellos años.
Hoy quiero refrescar mi memoria y hacer un recorrido por la Calle El Toro que conocí siendo niño, recordando rasgos de su fisonomía urbana y de la diversidad de su actividad, además de a algunos hombres y mujeres, muchos de ellos ya desaparecidos, que fueron artífices responsables de su pujanza industrial y comercial. Todos ellos, personajes insustituibles de aquel trozo de su historia.

Lo inicio en la parte alta de la calle, como si saliera de mi casa, en la que crecí junto a mis padres y hermanos, y que había  sido la de mi abuelo Pedro Alba, un luchador al que no llegué a conocer.

En la esquina izquierda estaba ubicada la fabrica de hilado, bayeta y mantas de Periquito Correa en la que varios artesanos se afanaban a diario entre telares y tintes; de ellos recuerdo a Andrés Fernández El Molleja  y a sus hijos Rafael y Antonio. En la otra esquina, la de la derecha, había un enorme solar en el que León Fernández había tenido su negocio de carbones y en el que posteriormente se construyó el Teatro San Juan y hotel del mismo nombre.

Continuaban por la izquierda varios solares, en uno de los cuales levantó su casa un valenciano llamado Gaspar Candel que instaló  en la planta baja el Bar Valencia. Seguían la Carpintería de Honorio, el aserradero de Pedro González y la calderería de Manuel Cardador, antes de llegar  a lo que había sido Hotel de Francisco Navarro y que se convirtió en el Teatro Cine San Fernando en cuya fachada, cada vez que había un estreno relevante, Benito, prodigioso artista del pincel, plasmaba su sensibilidad creativa en llamativas carteleras dignas de la Gran Vía madrileña; a continuación la casa de Antonio Dueñas y dos portones,  servidumbre de casas de labranza que tenían su entrada por la calle Demetrio Bautista. 


 Era muy irregular la alineación de las ultimas casas en este primer tramo de la calle, terminando la que hacía esquina en un gran chaflán hacia la calle que conducía al Risquillo con una única ventana, mirador estratégico en el que, tras los visillos, siempre había alguien viendo pasar a la gente.

En la acera de enfrente, a continuación del Teatro San Juan había un corralón, con gallinas y perros y un huerto en el que cultivaban verduras y hortalizas, en el que se levantó un nuevo edificio y se instaló el Taller Dorado. Unida a este, la casa y carpintería de Evencio que, con sus hijos, se dedicaba a la construcción de carros.

Recuerdo que en el patio tenían la fragua y el trono y que allí discurrieron muchos de mis juegos infantiles. Era tan buena aquella familia, que nos dejaban utilizar algunas herramientas enseñándonos lo fundamental de su manejo con los que nos ayudaban a despertar nuestra creatividad.

Lo seguía el almacén de ferretería y materiales de construcción de Pedro González al que acompañaba en su negocio su esposa Francisca, siempre impecablemente peinada y arreglada y a continuación otro solar, gran parte del año sembrado de forraje, en el que levantó casa para vivienda y consulta D. Heliodoro Cañas. Luego venia el taller de electricidad de Jaime Márquez  en el que trabajaba junto a sus cuatro hijos varones, excelentes profesionales que gozaban de gran prestigio. En aquel taller me embelesé muchas veces viendo embobinar motores y cómo, al salir una nueva ley de tráfico, instalaban las primeras intermitencias a los vehículos que hasta entonces habían carecido de estas señales luminosas. 


A este negocio le seguía un edificio con grandes salones, propiedad de Juan Cebrian al que apodaban El Vereas  en el que conocí múltiples negocios: salón de bodas, billares, zapatería, relojería, almacén de distribución de medicamentos, etc. Terminaba este primer tramo de la calle con el taller de Pedro el de las bicicletas, instalado en la esquina que era la parte trasera de la casa de las Obispas.

Pasado este primer cruce de calles, a la izquierda, existía un almacén de naranjas en una casa antigua que desapareció para construir un nuevo edificio en el que se instaló Confecciones Avenida. Seguía  a continuación la calderería de Teodoro Cardador, el almacén distribuidor de Tabacalera y varias puertas falsas, servidumbre de casas del Risquillo, una de las cuales, siempre abierta, dejaba ver un patio lleno de flores.

En uno de estos patios se instaló  El Noriego, recovero que también vendía pescado, y que levantó después un edificio que dedicó  a pensión. Luego, varias tiendas: Calzados Muca; una corsetería; la albardonería de El Pichón, de cuya saga era José Dueñas, tenor de privilegiada voz con el que tuve el honor de cantar muchas veces siendo niño en el Colegio Salesiano; la tienda de electricidad de Ismael Márquez; Tejidos Luís  Tormo y finalizaba este segundo tramo que hacia esquina con la Costanilla del Risquillo, con el taller y tienda de Los Marquitos, artesanos del calzado en cuya casa comprábamos los   chiquillos   gomas    para    las tiraeras.

(Continuará…)

lunes, 11 de marzo de 2013

Nuestro deber



El Cronista oficial de Pozoblanco, D. Manuel Moreno Valero, nos hace un pequeño obsequio para que podamos disfrutarlo todos.

Entre los libros del obispo Pozuelo y Herrero ha encontrado esta pequeña obrita escrita en las postrimerías del siglo XIX por el conocido como arcipreste viejo, D. Rafael Rodríguez Blanco.
Impreso y editado por la imprenta librería de Antonio Gosalbez Aura de Pozoblanco en 1881, trata sobre las reflexiones que los católicos pozoalbenses deben de hacerse ante las ruinas del templo parroquial de Santa Catalina, y lo que él considera como deber a asumir por cada cual ante tamaña adversidad.

Se lo presentamos en formato PDF que puede DESCARGAR AQUÍ
Que les aproveche.




lunes, 4 de marzo de 2013

PIEDRA Y CAL PARTICIPA EN EL PROYECTO REFLEJOS



Invitados por la Oficina de Turismo de Pozoblanco, nuestra asociación participará durante el próximo fin de semana de marzo  en el Proyecto Reflejos, propuesta organizada entre otras instituciones por la Universidad de Córdoba, la Diputación Provincial y los Ayuntamientos de Pozoblanco y Córdoba.

Nuestra asociación colabora aportando documentos y trabajos que serán exhibidos en las exposiciones que estarán expuestas al publico en la mañana de los tres días de duración de la muestra.

Se mostrara la colección de Estampas de un Pueblo, edición numerada y limitada del año 2002 y cuyos autores son nuestros socios Juan Bosco Castilla Fernández y Jesús Javier Redondo Herrero. Este conjunto de imágenes y textos nos ofrecen una visión particular de la condición peculiar taruga reflejadas a través de personajes que resultaron muy populares en su tiempo y  que fueron un ejemplo paradigmático del temperamento y naturaleza que define a los pozoalbenses.

También colaboraremos con una completa colección de carteles de feria que se rescataron para ser expuestos junto al cartel de feria del año 1901, Este cartel anunciador fue recuperado en su momento por el matrimonio formado por D. Antonio Romero Misas y por Dª. Rosalía García Olmo y cedido  posteriormente de forma desinteresa a esta Asociación, que se ocupó de restaurarlo a través de profesionales capacitados. Actualmente se puede admirar en la oficina de turismo pozoalbense.

Y para terminar, en estas exposiciones podremos, disfrutar de diversas obras de arte, creadas para la ocasión desde el Taller de Interpretación Artística del Patrimonio, actividad novedosa para este año que se oferta a los socios con inquietudes creativas. Se expondrán obras pictóricas firmadas por Concha Tirado y Teresa León, en las que se plasman diversos rincones y edificios emblemáticos de Pozoblanco.







 Imágenes:
- http://auco.fundecor.es
- http://www.puntoradiopozoblanco.com/