Este próximo fin de semana los pozoalbenses celebraremos las
fiestas en honor de San Gregorio Nacianceno cuya ermita nos contempla desde
hace siglos en su privilegiado emplazamiento junto a la salida natural hacia
las vecinas localidades de Añora y Dos Torres. Será un momento propicio para
disfrutar de las obras de remodelación de la glorieta recientemente finalizadas
al igual que sucedió con el propio templo hace unos cuantos años.
Como tantas otras arquitecturas que forman parte de nuestro
patrimonio histórico-artístico, se trata de un edificio que está a la vista de
todos pero que muy pocos conocen realmente. Por ello es frecuente encontrarse
en diversos medios con apreciaciones e interpretaciones ambiguas o poco
atinadas sobre aspectos tan variados, y tan esenciales, como los concernientes
a su datación y autoría. No es una cuestión que deba preocupar especialmente,
salvo a los muy interesados, pero creo que es imprescindible aclarar y precisar
algunos pormenores para evitar que entidades o personas desinformadas puedan
lanzarse a la toma de iniciativas y celebración de efemérides que no se
corresponden con la realidad y, a la postre, hasta terminen por resultar embarazosas.
Y es algo que puede suceder pese a la indudable buena voluntad, el cariño y la
sana intención que ponen en ello los protagonistas que las alientan.
La construcción de la ermita de San Gregorio fue planteada
en 1603. Las obras comenzaron al año siguiente y continuaron muy lentamente y
con numerosos problemas durante tres décadas, incluido el derrumbe de una de
las arcadas en 1629 y su posterior sustitución. En 1609 ya estaba el edificio
en alberca –cimentación e inicio de la construcción de los muros del perímetro-
pero ese año hubo que cambiar de maestros canteros y durante las dos décadas
siguientes multitud de fuentes -inclusive
las procedentes de actas municipales- certifican que las obras no avanzaban e
incluso se deterioraba y desmoronaba lo hasta entonces levantado (algunas de
estas fuentes, pertenecientes a 1621 y 1625, fueron trascritas por García
Herruzo y Carpio Dueñas).
A finales de 1629 la obra cobra nuevo impulso, realizándose
los convenios y contratos para asegurar y levantar algunas de las arcadas
pendientes o dañadas y para proceder a cubrir el edificio con la madera
necesaria para la techumbre, obra que continua en 1630. Y en ese mismo año se
comienza a solar la ermita con ladrillos. En 1632 y 1634 se instalan las
lámparas de bronce. Y poco después se levanta la celda para que la habite el
futuro santero a designar. Todavía en los primeros años de la década de 1640 se
está amueblando el edificio. Y en 1645,
por primera vez y de modo inusual, los representantes de las Siete Villas
celebraron reunión en la flamante y posiblemente recién inaugurada ermita.
En cuanto a la imagen del santo, ya existía una desde el siglo
XVI en la iglesia de Santa Catalina, imagen ubicada en el altar dedicado a la
Virgen del Carmen en la parroquial, ocupando una jerarquía secundaria. Una vez
decididos los pozoalbenses a erigirle una nueva ermita, en la iglesia
parroquial tuvo el santo que esperar pacientemente a que finalizaran las
complicadas e interminables obras de edificación de su propia casa. Esta imagen
primitiva fue sustituida a principios del siglo XX debido a su deteriorado
estado de conservación. La nueva imagen apenas sobrevivió tres décadas pues fue
destruida con motivo de la última guerra civil. La actual fue adquirida tras
finalizar la citada contienda.
Los promotores, autores y contratos de las obras así como
los donantes y cuantías de las limosnas y otros muchos pormenores de la
evolución histórica de esta ermita están recogidos en el estudio detallado que
realicé para la cofradía de San Gregorio en 2009 y fue publicado en un número
especial de su revista, estudio al que pueden acceder AQUÍ
Celebremos pues estas entrañables fiestas dedicadas a San
Gregorio, la denominada feria chica
de Pozoblanco, con el deseo de que futuras generaciones puedan disfrutar de un
edificio que tuvo sus orígenes constructivos en 1604 y no fue concluido e
inaugurado hasta aproximadamente cuarenta años después.
José Luis González Peralbo
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