martes, 8 de noviembre de 2011

LAS MISTERIOSAS VENTANAS BAJAS DEL TESTERO DE LA PARROQUIA DE SANTA CATALINA DE POZOBLANCO

   No son pocos los que al pasar por la Iglesia de Santa Catalina, por su fachada a la calle Maestro D. Camilo, quedan perplejos ante las ventanas exageradamente bajas y sin función aparente alguna, que fueron descubiertas recientemente, recuperándose su imagen, que enmarcada por cuatro hermosas piedras de granito completan la fachada en esta zona del edificio.

            Hay quien piensa que estas ventanas pudieron pertenecer a una cripta que existiera en la Parroquia de Santa Catalina: No es muy probable. He tenido ocasión de estudiar detalladamente la práctica totalidad de documentación que existe sobre los distintos edificios que, con el transcurrir del tiempo, se han ido construyendo, hasta terminar en el que conocemos y nunca he encontrado la más mínima referencia a una cripta. Otros piensan que se emplearon como entrada a un refugio de la guerra civil. Tampoco es demasiado probable, pues esas ventanas, con unas dimensiones de 0,70 x 0,90 metros, son demasiado pequeñas para la entrada de personas, máxime cuando ese acceso debe hacerse atropelladamente, como se hacia cuando se buscaba rápido refugio. En fin, cada cual da una opinión personal sobre la utilidad que tuvieron y del porqué de disponer las mencionadas ventanas en esa zona concreta. Sin embargo, el motivo de practicar estos huecos en la fachada del templo es muy distinto a los que se conjeturan y puede sorprendernos bastante en los tiempos que ahora corren.


Desde un principio y a raíz del primer edificio que se construyó en la villa de Pozoblanco para ser usado como Parroquia, con advocación a Santa Catalina de Alejandría –que con este han sido tres-, al tiempo que se utilizaba para los cultos litúrgicos, se empleaba como cementerio (también se usó el huerto del Hospital de Jesús Nazareno como cementerio de los pobres que morían en él); de tal forma que en épocas de peste y calamidades era casi imposible visitar la Iglesia por el hedor nauseabundo que exhalaban los sepulcros, dada la poca ventilación que en ella existía. Aunque la Iglesia estaba dotada de ventanas, estas hacían más la función de iluminación que de ventilación, pues estaban situadas tan altas que era imposible un acceso directo y cómodo para abrirlas y ventilar la nave de la Iglesia.


      Ante ésta situación, el día 18 de septiembre del año1786, en el Ayuntamiento de la villa de Pozoblanco, se reúne el Cabildo para  tratar  y acodar  varios particulares, siendo uno de ellos el tema de los enterramientos; que dice así: “… El sor. Corregidor. Dixo: qe estimulado de su obligación con deseo de la publica salud, y beneficio de este común por lo afligido qe este se haya con los muchos enfermos qe han padecido y padecen la falta de aquella  muchas muertes y ser única la Parroquia pa enterramito de cadáveres, tubo por conveniente representar al Ylmo. De Córdova la situación de este vecindario, el mal olor qe el continuo rompimto de sepulturas causaba en la Iglesia, y los riesgos que los vecinos podrían sufrir frecuentándola en el uso de sacramentos y demás, proponiendo la proporción y capacidad del sitio qe ocupa la Capilla Mayor o Crucero de la nueva fabrica qe se principio pa aumento de esta Iglesia que se halla detenida, y aunqe contigua a la que sirve con entera separación que impida conseguir el fin de la salud publica qe se aventura de continuarse los enterramitos...”
    Quedaba pues saturada de sepulturas la antigua nave de la Iglesia mientras las epidemias hacían estragos en la población y la única gran superficie libre de que se disponía se encontraba en fase de ejecución de las obras del Crucero y la Capilla Mayor; obras cuya duración se dilataba más y más años. De ahí que no quedase más remedio que usar la zona de obras para continuar los enterramientos.
    Sobre el asunto el Sr. Obispo manda una misiva al Cabildo del Ayuntamiento, (la misma que le fue manifestada al Sr. Vicario de la Parroquia) en la cual da su visto bueno para que dicho terreno –que se encontraba  en obras, como hemos dicho- sea usado para enterramientos, como podemos saber por el documento de fecha 18-diciembre-1786, que escribe el Sr. Vicario a S.I. el Sr. Obispo de Córdoba:
     “... Pongo en su consideración, que aviendo intervenido parte del Ayuntamiento de esta villa, y su Procurador General Sindico; el Caballero Corregidor de esta, y las demás Villas de estos Pedroches, me manifestó carta de V.S.I. de 10 de diciembre, del presente año en la que me dava la facultad para bendecir con arreglo a el Ritual Romano la nueva Cappilla mayor, que esta medio construida en la Parrochial, y enterrar en ella los cadáveres, por estar la Iglesia ocupada con tantos, como ha avido en este, y anterior año con la epidemia que se ha experimentado en ambos vista por mi (...) en este supuesto se dispuso el referido sitio, lo bendixe, y se están enterrando los cadáveres en el, y ia no se experimenta en la Iglesia el mal olor, que exalavan los sepulcros”.


      Después de retirar los materiales de la obra del Crucero, preparar, distribuir  y ordenar las sepulturas, bendecidos los terrenos con  arreglo  al   Ritual Romano,   el día   24  de este mismo mes se hace el primer enterramiento. De esta manera quedaban habilitados los terrenos de la obra nueva del Crucero, como cementerio de la villa.
      Si nos retrotraemos catorce años antes de que todo esto ocurriese, veremos que los señores Maestros Arquitectos Bartolomé Cabrera y Cayetano de Torres Cabrera –tarugos de pies a cabeza y redactores del segundo proyecto de ampliación de la Iglesia, que comprendía la Capilla Mayor y el Crucero-,  conocedores, por estar viviéndolo directamente, de lo que pasaba en la Parroquia de su villa, ya prevén todos estos inconvenientes para un futuro.
     1º. - Proyectan y construyen  en el lado más favorable del Crucero  -en la única parte que da al sur y al espacio público abierto, pues las demás partes del Crucero  lindaban con fincas de particulares –unas ventanas de aireación; enlazarían éstas con unos conductos que se construirían de fábrica de mampostería, al uso de aquellos tiempos, dispuestos subterráneos y paralelos a las paredes, en las zonas donde no se colocara zócalo de granito y también bajo los peldaños primeros de los altares –mayor y colaterales-, donde se abrirían unos pequeños huecos que posteriormente se cubrirían con unos pequeños cercos de madera y con una celosía muy cerrada también de madera. La misión de toda esta obra era que de manera continuada, durante el día y la noche, el aire fresco estuviese circulando  por toda la Iglesia.   
    Al estar las ventanas más altas que el piso de la Iglesia, los conductos que iban por el muro, se realizaban muy inclinados, casi verticales, buscando el subsuelo y ocupando lo que es el grueso del muro –como se ha podido comprobar cuando se ha descubierto  hace unos años-, donde al llegar al plano horizontal, debajo de la solería, se enlazarían con los conductos antes mencionados. Estas ventanas carecían de carpintería por ser de ventilación. Para que no entrasen animales, ni mayores ni de menor tamaño, estaban provistas de unas gruesas barras de hierro empotradas en la piedra, en posición horizontal; y detrás de éstas una red metálica de malla pequeñas que es la manera en que aparecieron  cuando se descubrieron.
    2º. - Como puede comprobarse ahora mismo, cuando se construyeron las bóvedas de la Iglesia, dejaron en ellas unas chimeneas o chupones  para desalojar el aire viciado, caliente y de olor nauseabundo que dejaban los enterramientos y desenhetramientos continuos en la Iglesia.
     En las bóvedas por aristas del norte y sur del crucero se dispusieron cuatro chupones en cada una de ellas. Estas chimeneas comunican con el exterior por el tejado, mediante una teja especial abierta para que el aire circule continuamente. En la bóveda vaída que cubre el Altar Mayor, hacen exactamente igual que en las anteriores. Hoy día estos elementos de ventilación se encuentran en disposición de realizar la labor para la que fueron construidos, pues cuando se realizó la última reforma  de la cubierta, en el año 1996, se dejaron funcionando correctamente.
     Sin embargo, en la cúpula o media naranja, se construyeron ocho chimeneas que en su día se taponaron y continúan cegadas, quedando eliminada su función ventilatoria.
    De todas maneras, como la población es cada día más sensible a la cuestión higiénica y el enterramiento de cadáveres es algo bastante contrario a ella, en el año 1808, el Ayuntamiento construye un cementerio, que sería el primero propiamente dicho que se dispondría con esta única misión. Lo sitúan en la zona oeste de la villa, cuando la obra del Crucero no estaba aún terminada y le quedaban algo así como cinco años para concluirse.
     En el año 1810 se determina hacer la monda (desenterrado y traslado de restos mortales desde el lugar donde primeramente fueron inhumados a otro lugar distinto donde reposar) de la Iglesia y que las osamentas sean enterradas en un patio cerrado del Hospital de Jesús Nazareno, como comprobamos en un documento de fecha 29 de septiembre de 1810:
     “... El entierro de huesos de que tengo presentado memorial a V.S.I. se ha determinado abrir el hoio en otro sitio mas decente que la calle, qual es un patio cerrado que se halla en el Hospital de Jesús Nazareno, en el que hasta que ha habido cementerio fuera del Pueblo se han enterrado los pobres que han muerto en dicho Hospital, todo lo que aviso a V.S.I. para su gobierno...”
    Por estos motivos, puesto que en la Iglesia no se volverían a realizar más enterramientos, los conductos no llegarían a terminarse y las ventanas fueron tapiadas y enfoscadas, por lo que durante muchos años no hemos tenido conocimiento de su existencia. Fue en las obras mencionadas, realizadas entre los años 1996-1998, cuando fueron descubiertas y limpiadas sus piedras.
   
 Con estos pequeños detalles aportados, creo que hemos aclarado el motivo por el que fueron construidas las tan mencionadas ventanas, que curiosamente no llegarían a ejercer su cometido y que tantas cábalas han provocado entre los parroquianos.


Bonifacio de Torres Fernández