miércoles, 5 de abril de 2017

CONFIGURACIÓN DE LA SEMANA SANTA EN POZOBLANCO

Siguiendo a Juan Aranda Doncel podemos inferir que el nacimiento de la Semana Santa local está vinculado a la Cofradía de la Vera Cruz, cuya fecha de constitución en la parroquia de Santa Catalina desconocemos. No obstante, muy probablemente se llevaría cabo en las décadas centrales de la centuria del quinientos, esto es en pleno siglo XVI, durante la etapa del gobierno del Obispo Leopoldo de Austria, al igual que se constituyeron la mayoría de hermandades de este título en el ámbito diocesano.

Las visitas generales (AGOC.Pozoblanco.1611) documentan la existencia de la hermandad penitencial con anterioridad al verano de 1579.

Las contribuciones de los hermanos constituyen la principal fuente de recursos de la Cofradía de la Vera Cruz. En el momento de ser admitidos pagan una cuota de entrada y una pecha fija, las rentas sobre los bienes patrimoniales representan una exigua cantidad en sus ingresos.




Una parte importante de los recursos de la cofradía se destina a sufragar los gastos de la estación de penitencia en Semana Santa y a otros actos de culto que se celebran a lo largo del año.
El principal acto que realiza la Cofradía de la Vera Cruz de Pozoblanco es la estación de penitencia del Jueves Santo, que sale de la parroquia de Santa Catalina y recorre las principales calles de la villa. El cortejo procesional está integrado por los hermanos de luz con cirios encendidos que se intercalan con los hermanos de sangre o disciplinantes. También forman parte de la comitiva el estandarte, las imágenes y el acompañamiento del clero secular.
A través de cartas dotales conocemos que el hábito penitencial de los cofrades de la Vera Cruz es una túnica y capillo de color blanco. La utilización de capillo en vez de capirote viene confirmada por diversos inventarios de bienes conservados.
La imagen titular de la hermandad de la vera cruz de Pozoblanco es un Crucificado que se venera bajo la advocación popular de Crucifijo, tal y como lo prueban las cuentas dadas al Visitador General enviado por el Obispo en 1611. Esta talla recibe culto en uno de los altares de la parroquia de Santa Catalina.
La Semana Santa pozoalbense,  a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI gira en torno a la Cofradía de la Vera Cruz, la única penitencial existente en la villa. Los oficios del Jueves y Viernes Santo revisten bastante solemnidad en el templo mayor de Santa Catalina, donde se levante un artístico monumento.
Los lienzos con motivos de la Pasión que se muestran en los actos durante este tiempo “y que están en la iglesia en quadros”,  fueron pintados por el dorador Juan de Molina, artista residente en Almodóvar del Campo.


Con la fundación de la cofradía de Jesús Nazareno en la primera década de la centuria del seiscientos, la Semana Santa local se configura de forma definitiva. Los ejes vertebradores son la Hermandad de la Vera Cruz y la susodicha corporación nazarena que realizan sendas estaciones de penitencia en la noche del Jueves y en la mañana de Viernes Santo respectivamente.

El esquema quedaría completo con la cofradía de la Soledad de Nuestra Señora, que se encargaría de sacar la procesión del Viernes Santo por la noche, participando de esta manera en las representaciones pasionistas. Aunque la expresada Hermandad no llega a instituirse en la villa hasta el año 1929, sí que está documentada en el último tercio del siglo XVII la imagen de  una virgen de la Soledad que se venera en una capilla de la entonces única parroquia.

Las hermandades erigidas en honor del Nazareno introducen aspectos originales y novedosos, quizás el más llamativo sea la aportación de una penitencia distinta a la que se venían practicando, durante el recorrido procesional en la madrugada del Viernes Santo, pues los penitentes irán descalzos con pesadas cruces de madera sobre los hombros a imitación de Cristo camino del Calvario.

Las hermandades de Jesús Nazareno, al fundarse con posterioridad al año 1563 asumen las directrices del Concilio de Trento y pueden considerarse hermandades propias de la contrarreforma.

A lo largo del siglo XVII y primera mitad de la centuria siguiente la procesión del Viernes Santo de las cofradías de Jesús Nazareno se impregna de la exuberante estética del barroco, llegando a deslumbrar  a las personas convocadas para este espectáculo religioso que tiene al mismo tiempo una firme finalidad catequética.

La fastuosidad se logra mediante la introducción de unos elementos que rompen la sobriedad que hasta el momento han ofrecido las estaciones de penitencia en las últimas décadas del quinientos. Es ahora cuando se incorporan a las procesiones los trompeteros y también los tambores que abren los cortejos, Esta innovaciones son acogidas con agrado por los devotos, a pesar de las reticencias que oponen los sectores más conservadores,  y se termina acentuando la espectacularidad de las estaciones de penitencia con la anexión de soldados romanos o sayones a la comitiva  e intervienen en las escenificaciones pasionistas integrantes en el llamado Sermón del Paso.



La estructura del Sermón del Paso presenta un esquema muy parecido en las distintas localidades cordobesas normalmente se inicia con la escenificación de la expulsión del paraíso terrenal de Adán y Eva al cometer el  pecado original, le sigue el sacrificio de Isaac y a continuación distintas secuencias de la Pasión.

Las representaciones del Antiguo y Nuevo Testamento corren a cargo de personajes caracterizados con vestidos y rostrillos de cartón, también intervienen las imágenes de Jesús Nazareno, Dolorosa, San Juan,  Santa María Magdalena y la Verónica.


Una parte esencial del Sermón del Paso es el recitado en forma de pregón de la Sentencia de Pilato, la del Padre Eterno y la de la Confortación del Ángel. La primera, conocida con el nombre de sentencia mala, se contrapone a la buena, es decir, la que pronuncia el Padre Eterno, que contiene como mensaje esencial el sentido de la pasión y muerte de Cristo: liberar al género humano del pecado.

La estación de penitencia de la cofradía de Jesús Nazareno  de Pozoblanco experimenta asimismo durante el siglo XVII y primera mitad de la centuria del setecientos un proceso de barroquización, aunque en menor intensidad que en las localidades cordobesas situadas al sur de la línea fluvial del Guadalquivir.

Los rasgos de la imagen de Jesús Nazareno procesionada en nuestro pueblo se inscriben en la estética barroca que se acentúa con la corona de espinas y tres potencias de plata.



Una cuadrilla compuesta por una docena de hermanos es la encargada de portar a hombros, en unas andas de madera doradas, a Jesús Nazareno a lo largo del recorrido de la estación de penitencia.

La procesión pozoalbense de los nazarenos en la mañana del Viernes Santo lleva desde su origen una Dolorosa que cierra el cortejo. Aunque las fuentes documentales son bastante parcas, creemos que sería la Virgen de la Soledad, venerada como ya hemos dicho, en uno de los altares del templo parroquial de Santa Catalina en la centuria del seiscientos.

A partir del segundo cuarto del siglo XVII se incorporan dos nuevos pasos que refrendad el proceso de barroquización que experimenta la estación de penitencia: San Juan y la Verónica, introducción que hay que relacionarla con las representaciones de la pasión que se introducen en distintos puntos de recorrido procesional
Las fuentes del archivo histórico de la hermandad pozoalbense de Jesús Nazareno aportan una cumplida información acerca de las insignias y atributos que forman parte del cortejo procesional, destacando de entre ellas una cruz guiona, el estandarte de Jesús y el estandarte de la Sentencia

En la mayoría de las localidades cordobesas el Sermón del Paso se desarrolla de manera seguida en una plaza o espacio abierto  y céntrico, a la salida o a la mitad del recorrido de la procesión.

Sin embargo, en Pozoblanco al igual que en Montilla y en otras localidades, las representaciones se distribuyen en distintos puntos del itinerario procesional.


Moreno Valero en su libro Semana Santa de Pozoblanco,  nos indica los lugares en los que se representan las secuencias de la Pasión. Los sayones armados escenifican el Prendimiento en el Pozo de Ánimas y en la Plaza se levanta un tablado, donde se lleva a cabo el Lavatorio y posterior Sentencia de Poncio Pilato. Las Niñas de Jerusalén (a las que hacen alusión las reglas de 1679 y representan a las mujeres que se acercan a consolar al Redentor en el camino de la Amargura), se acercan y arrodillan ante Jesús Nazareno en la calle Real y el encuentro con la Verónica se produce en la plazuela del Cano. En las afueras del casco urbano se escenifica  el pasaje del aviso de San Juan a la Virgen  y el encuentro de ambas imágenes con el titular. Por ultimo al llegar la procesión al Molino de Viento los sayones se sorteaban la túnica de Jesús.

En el inventario de la cofradía de 1741 se registra “una túnica de color musgo que es la que sortean los Sayones”
El grueso del cortejo procesional lo forman los penitentes que visten túnica y capillo de lienzo morado, llevando sobre sus hombros una cruz de pino. Forman también parte del cortejo los hermanos de luz que suelen ir delante de los pasos alumbrándolos con cera, los hermanos encargados de regir la procesión con sus báculos y los demandantes, que van recogiendo en bacinetas los óbolos que depositan los vecinos a lo largo del recorrido. Por último, y detrás de los pasos, la cruz y clero parroquial.

El racionalismo de la Ilustración desencadena un enfrentamiento con las manifestaciones de religiosidad popular de corte barroco, que gozan de un fuerte arraigo en la población. Así los actos de Semana Santa sufren mutaciones acusadas como consecuencia de las medidas adoptadas por los prelados de la diócesis cordobesa, que pretenden suprimir formas tradicionales consideradas irreverentes  y contrarias a un fervor autentico.

La cofradía de Jesús Nazareno pozoalbense, a pesar de las continuas prohibiciones de signo ilustrado promulgadas por los prelados, mantiene durante el siglo XVIII una fuerte impregnación barroca, si bien los edictos episcopales quedan sin efecto, debido al rechazo de los miembros de la corporación nazarena  y la complicidad tacita del clero local.


El resto, y a partir de los comienzos del siglo XIX con la publicación del reglamento del obispo Pedro Antonio Trevilla, hasta los altibajos de  la primera mitad del siglo XX y posterior resurgimiento, es historia reciente.


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