Recuerdo cuando era un niño
que casi todo el mundo vivía en casas,
muchas de ellas con su patio, huerto y
pozo, pues el agua corriente para todos no llegó hasta el año 1974. Profundizando
en estos recuerdos, me viene a la memoria con cierta añoranza el patio que
poseía la casa de mi madrina. Este era
un patio que tenía un arriate dispuesto a lo largo de una pared o fachada,
donde crecían por todo él, y de manera exuberante, unas celestinas cargadas
generosamente con sus característicos ramilletes de flores azules. Era una
delicia contemplarlas. También recuerdo que tenía algunas macetas, pero sobre
todo me acuerdo de una gran lila
plantada en el suelo y situada al lado del brocal del pozo, ésta tenía un porte
arbóreo (no recuerdo haber visto otra semejante) la cual, por primavera, se
ponía cuajada de flores lilas que exhalaban un agradable aroma, muchas veces
les cortábamos algunas flores para hacer ramos y ponerlos en jarrones.
Al igual que en el patio de
mi madrina, en cada casa, por regla general,
cada vecino le daba a su patio
ese toque o esa personalidad propia que encierra esa intrínseca relación
entre plantas y patios, y lo mejor de todo esto, a mi parecer, y que
quiero subrayar “es que todo se
conseguía a base de intercambiar con vecinos, amigos o familiares: esquejes,
semillas, bulbos, rizomas…”
La rápida trasformación arquitectónica que ha
sufrido Pozoblanco en las últimas
décadas ha sido la causa de que muchos de estos patios, con sus elementos
vegetales, hayan desaparecido o hayan sido remodelados.
La cosa ha cambiado, y muchas familias vivimos
ya en bloques de pisos donde no disponemos ni disfrutamos de esos patios
particulares que actuaban como reguladores del clima, o proporcionaban un
microclima que generaban unas condiciones óptimas para el cultivo de
esas plantas.
Hasta no hace muchos años, y
ya con la nueva trasformación de “vivir en vertical”, se podía comprobar cómo en la mayoría de
balcones o ventanas de Pozoblanco escaseaba ese material vegetal, viendo
incluso calles donde vislumbrar
algún brote verde resultaba casi
imposible. A veces he sentido una envidia sana al ver cómo en otros lugares de
nuestra geografía esto no era así.
Por el contrario, actualmente, voy comprobando
con cierta satisfacción cómo cada día que pasa son más los vecinos que gustan
de tener una ventana o un balcón bien compuesto y estructurado, con esas
plantas que tantos beneficios nos pueden reportar, ya no solo a nivel
individual sino también colectivo. Creo que el evidente aumento de esta
tendencia probablemente sea consecuencia
de las comodidades y facilidades que nos ofrece el mundo del mercado. Hoy en
día disponemos de viveros, floristerías, supermercados, etc., donde podemos
conseguir un sinfín de diferentes especies de plantas, abonos, las
tierras o compost para
sembrar, jardineras y macetas con todos los colores y formas habidos y por
haber, semillas, etc. Incluso la información que nos proporcionan las redes
sociales y en general el mundo de Internet, con páginas especializadas muy
interesantes, también juega un importante papel.
Todas estas facilidades que hoy tenemos a
nuestro alcance, nos invitan y animan a poder aficionarnos y practicar esta
sana y creativa actividad. Y aunque en muchos casos no se disponga de un patio, no deja de ser un bonito reto el conseguir que estos pequeños espacios parezcan auténticos oasis, dándole un toque
más atractivo y saludable a muchos de nuestros hogares y calles.
Francisco López García
Técnico en Jardinería y Floristería